jueves, 31 de mayo de 2007

cap.3 (frag.)

Éramos los mismos de siempre, salvo raras excepciones. A veces Roque caía con uno o dos amigos y Carla nos esperaba con otros dos o tres o yo invitaba a alguien, pero la cuestión es que casi todas las noches veía las caras de Roque y Carla y Poncha y del Petiso Rossini y la de Silbo, que aparecía únicamente cuando podía prescindir del silencio de sus soliloquios, hecho poco frecuente. De regreso de las tertulias, veía sólo la mía, y eso a veces dolía más que un pelotazo en plena cara en pleno invierno.

2 comentarios:

NM dijo...

No sé cómo habrá sido que me llegó el anuncio de que sacabas libro nuevo.Lo cierto es que dentro del mensaje y abajo de tu nombre, había una dirección. Dirección virtual, que me trajo hasta esta pantalla.Hasta hace un minutito atrás, nomás, yo buscaba cómo se conecta la placa esa que engancha con un fierrito y se transforma en pared para armar una casa.Y de buenas a primeras, terminé metido en un bondi que me apretujó contra la gente. Fue a través de los hombros y las narices y los collares y las remeras y los celulares llevados a las orejas con o sin aros, que vi Buenos Aires. Ese Buenos Aires que vos narrabas.

Anónimo dijo...

muy lindo el texto. esa doble cara que a veces nos da la realidad, la soledad, un pelotazo en la cara.
saludos, leticia.